Más allá de las distancias: El mundo que le das es el mundo que conocerá.
Tu perro solo explorará el mundo que tú le permitas. Si lo limitas a un rincón cómodo y seguro que te haga sentir tranquilo, ¿qué clase de vida le estás ofreciendo? Esto no se trata de llevarlo a destinos exóticos ni de presumir paseos en redes sociales. Va mucho más allá: ¿le estás permitiendo ser quien realmente es, o lo estás moldeando para que encaje en tus propias expectativas?
Imagina esta escena: "vas caminando por la calle y, de repente, un desconocido invade tu espacio personal, te toca, acerca su cara a la tuya e incluso intenta besarte" (Millares, 2024).¿Qué sentirías? Tal vez incomodidad, miedo o incluso enojo. Ahora, imagina a tu perro en esa misma situación. Él no puede expresar lo que siente ni defenderse. ¿Y tú qué haces? Lo obligas a quedarse quieto, a tolerar lo que lo incomoda porque “así debe comportarse un perro educado”. Pero, ¿educado para quién? ¿Para un mundo que no entiende ni respeta lo que significa ser un perro?
¿De verdad estamos ayudando a nuestros perros cuando los sobreprotegemos, los limitamos o les impedimos experimentar y madurar a su ritmo? Nos encanta envolverlos en una burbuja de seguridad, o peor aún, exponerlos al mundo como si fuera un show de Instagram. Pero lo único que estamos haciendo es detener su desarrollo. Un perro necesita más que seguir órdenes como un robot; necesita el espacio para equivocarse, explorar y crecer a su propio ritmo. Esto no significa dejarlo a la deriva, sino ser su guía, su compañero, sin controlar cada paso que da. Sé el referente que tu perro necesita, pero no uses sus inseguridades como excusa para moldearlo a tu imagen y semejanza. Al final, el verdadero trabajo no está en cambiarlo a él, sino en enfrentarte a ti mismo. Aprende a manejar tus propios miedos, expectativas y la necesidad de control, y entonces podrás dejarlo ser quien realmente es.
Vivimos en una sociedad obsesionada con la perfección, y los perros no se salvan de eso. Queremos que no molesten, que no cuestionen, que se adapten perfectamente a nuestras vidas como piezas de un rompecabezas diseñado solo por nosotros. Pero los perros no necesitan ser perfectos; necesitan espacio para ser ellos mismos.
Este problema no se limita solo a la relación con nuestros perros. También está presente en las instituciones que forman a profesionales del comportamiento animal. Muchas siguen perpetuando la idea de que el conductismo es la única solución. Siguen enseñando herramientas y técnicas que, aunque útiles en su tiempo, ya no responden a las necesidades actuales. Peor aún, algunos profesionales insisten en que las emociones pueden enseñarse como conductas aprendidas, ignorando que las emociones surgen de decisiones internas. Las emociones no se imponen, se eligen. Surgen del deseo genuino del individuo de experimentarlas.
Este enfoque desactualizado no solo perpetúa errores, sino que también revela dos problemas graves: el mal uso de la información, especialmente en las redes sociales, y la resistencia al progreso. ¿Cuándo entenderemos que evolucionar implica cuestionar, desaprender y abrazar nuevas perspectivas?
Dale a tu perro el mundo que merece. Permítele aprender, adaptarse y crecer. Sé su guía, no su controlador. Si no estás dispuesto a ser un referente que fomente su desarrollo, pregúntate: ¿por qué tienes un perro? Compartir tu vida con un perro no es controlarlo, es entenderlo, respetarlo y acompañarlo.
Como sociedad, es momento de cuestionar nuestras estructuras y prácticas. Debemos dejar atrás los paradigmas que ya no funcionan y abrirnos a nuevas formas de relacionarnos con los perros, desde el respeto y la comprensión. La verdadera evolución comienza con nuestra capacidad de cambiar.
Referencia completa: Millares, V. (2024). Imagina esta escena... ANPECEC. [Instagram post]. Recuperado de https://www.instagram.com/p/DCm4Pd7io4z/?igsh=MWt5YnFpYzJhbzB1Zg
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